LA ORINA COMO INDICADOR
Dado que los ácidos en exceso son eliminados a través de los riñones y la orina, tenemos ahí un modo simple y preciso de verificar que está sucediendo en nuestro organismo. Este método de verificación fue descubierto por el científico húngaro Eric Rucka y desarrollado por la Dra. Catherine Kousmine, investigadora suiza, creadora de un sistema terapéutico basado en la alimentación natural. “Una persona sana y bien equilibrada, que recibe suficiente cantidad de sustancias alcalinas en su alimentación – nos dice la Dra. Kousmine en el libro “Salve su cuerpo” – tendrá en la segunda orina de la mañana un PH ligeramente alcalino, idéntico al de la sangre, la primera orina no sirve para el control por ser naturalmente acida, ya que el reposo nocturno sirve para que los riñones eliminen los productos ácidos de desecho”. El sistema para verificar este valor es sencillo y se basa en el simple uso de tiras de papel reactivo. Al contacto con unas gotas de orina, el color de el papel nos brinda el valor.
“Si el control de la segunda orina del día nos da valores máximos a 5 y no ha habido esfuerzo físico de por medio (acido láctico), quiere decir que el cuerpo esta sufriendo una acumulación anormal de sustancias acidas o carencias de bases (calcio, magnesio, sodio), aquí pueden aparecer manifestaciones tan variadas como palidez, dolor de cabeza, dolores reumáticos, neuralgias. La permanencia en valores cercanos a PH 5 esta también relacionada con una constante sensación de cansancio injustificado o la aparición de momentos de debilidad improvista, en los cuales uno se siente completamente vacío, nuestra vida moderna es más sedentaria, tiene poca oxigenación y esta basada en una alimentación pobre en bases, por este motivo es fácil sufrir malestares debido a la acumulación de sustancias acidas, si hemos pasado un periodo de excesiva tensión o hemos estado enfermos, el organismo acumula una gran cantidad de sustancias acidas y para eliminarlas de forma normal lleva tiempo, algunas veces puede llevar hasta más de un año para retornar la orina al valor normal. El control del PH urinario y su normalización, debe formar parte integrante del plan terapéutico de todo tipo de enfermedad crónica.
Además de saber que sucede con nuestra alimentación, este sistema permite monitorear otros aspectos importantes de nuestro equilibrio en el cuerpo.
“¡Sin salud este mundo es un infierno donde el dinero pierde su dulce encanto” ... por tanto has algo para conservar tu salud, y debes comenzar a hacerlo ya!
miércoles, 30 de diciembre de 2009
La orina como indicador de PH
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indicador,
orina
sábado, 26 de diciembre de 2009
Alcalinidad de la sangre 2
Dado que la química corporal genera infinidad de reacciones y exigencias específicas, intentaremos comprender aquí como funciona el mecanismo base del equilibrio acido – alcalino a nivel celular. Los trillones de células que componen nuestro organismo, necesitan alimentarse, eliminar residuos y renovarse constantemente. A fin de satisfacer esta exigencia vital, la sangre cumple dos funciones vitales para el correcto funcionamiento celular: llevar nutrientes (sobre todo oxígeno) y retirar los residuos tóxicos que genera la transformación (metabolismo) de dichos nutrientes. A nivel celular se produce una especie de combustión interna, que libera calor corporal. Los residuos que se originan en este proceso de combustión, son de naturaleza acida y deben ser evacuados del organismo mediante la sangre, a través de las vías naturales de eliminación (hígado, riñones, pulmones, piel).
Para cumplir eficazmente dicha tarea, y por otra cantidad de razones orgánicas, el plasma sanguíneo debe de mantenerse con un ligero nivel de alcalinidad. El PH de la sangre puede oscilar en un estrecho margen: entre 7.35 y 7.45 (“arriba de siete”). Al transgredir estos límites, la sangre pierde la capacidad de almacenar oxígeno en los glóbulos rojos y también pierde eficiencia en la tarea de eliminación de los residuos celulares. En pocas palabras, la sangre no nutre y no limpia las células, génesis profunda de cualquier enfermedad. Para dar una idea del estrecho margen de maniobra del Ph sanguíneo, digamos que al descender de 7 se produce el coma diabético y la muerte. Cuando se incrementa el nivel de acidez sanguínea, varios mecanismos (tampones) buscan restablecer este vital equilibrio. En todos los casos se requiere eliminar toxinas y metales pesados, con la suficiente presencia de bases (álcalis) que neutralicen los ácidos. O sea que un eficiente metabolismo celular exige un constante flujo de sustancias alcalinas, con el fin de poder eliminar y neutralizar los ácidos provenientes del alimento y del metabolismo celular.
En primera instancia y como mecanismo más simple hay que eliminar toxinas y metales pesados, y a su vez la sangre obtenga suficientes bases de los alimentos.
En caso de carencia (tanto por excesos de ácidos circulantes como por deficiencia nutricional de bases), la sangre echa mano a dos mecanismos de emergencia para preservar su equilibrio, uno consiste en derivar ácidos, depositándolos en los tejidos a la espera de un mayor aporte alcalino. Esto genera reuma, problemas circulatorios, afecciones de la piel, etc... El otro mecanismo es recurrir a su reserva alcalina: las bases minerales (calcio, magnesio, potasio) depositadas en los huesos, dientes, uñas, articulaciones y cabellos. De este modo, la sangre se convierte en un “saqueador” de la estructura orgánica, con el único objetivo de restablecer el vital equilibrio acido – básico que permite sostener el correcto funcionamiento orgánico.
Esta lógica funcional es la homeostasis orgánica, que significa “mantener la vida” generando el menor daño posible” para el organismo, una menor densidad ósea no significa peligro para la vida, pero sí un PH acido en la sangre. Así funciona el mecanismo de la descalcificación y la desmineralización. Los huesos ceden calcio en forma de sales alcalinas, se hacen frágiles y hay osteoporosis; las piezas dentales se fisuran con facilidad y surgen caries; las uñas muestran manchas blancas y se tornan quebradizas; las articulaciones degeneran y hay artrosis; el cabello se debilita y se cae; se advierten lesiones en las mucosas, piel seca, anemia, debilidad, problemas digestivos, afecciones de vías respiratorias, infecciones, sensación de frío, etc.
Normalmente no se asocian estos síntomas con la acidez. Un ejemplo es la osteoporosis, clásica enfermedad de acidificación. Sin embrago se le combate inadecuadamente con alimentos (lácteos) que, por su aporte acido, agravan el problema. Otro ejemplo es la anemia, cuadro que consiste en la baja capacidad de los glóbulos rojos para suministrar el oxigeno adecuado a los tejidos del cuerpo. Como vimos, esto es consecuencia de la acidificación sanguínea. El sentido común nos indica que frente a la osteoporosis y la anemia, lo correcto es atacar la causa profunda del problema: alcalinizar el organismo para neutralizar su acidez.
Por lo anterior podemos concluir que para permitir el normal trabajo de la sangre y las células, debemos de ser cuidadosos en la parte que realizamos a nuestro cuerpo a través de los alimentos que ingerimos. Por un lado tratamos de evitar alimentos (y situaciones, según veremos mas adelante) acidificantes, y por otro incrementando la provisión de bases a través de una mayor ingesta de alimentos alcalinizantes. Todo esto complementado por un buen aporte de oxígeno, a través del necesario movimiento, y un correcto funcionamiento de los órganos depurativos encargados de eliminar ácidos.
Para cumplir eficazmente dicha tarea, y por otra cantidad de razones orgánicas, el plasma sanguíneo debe de mantenerse con un ligero nivel de alcalinidad. El PH de la sangre puede oscilar en un estrecho margen: entre 7.35 y 7.45 (“arriba de siete”). Al transgredir estos límites, la sangre pierde la capacidad de almacenar oxígeno en los glóbulos rojos y también pierde eficiencia en la tarea de eliminación de los residuos celulares. En pocas palabras, la sangre no nutre y no limpia las células, génesis profunda de cualquier enfermedad. Para dar una idea del estrecho margen de maniobra del Ph sanguíneo, digamos que al descender de 7 se produce el coma diabético y la muerte. Cuando se incrementa el nivel de acidez sanguínea, varios mecanismos (tampones) buscan restablecer este vital equilibrio. En todos los casos se requiere eliminar toxinas y metales pesados, con la suficiente presencia de bases (álcalis) que neutralicen los ácidos. O sea que un eficiente metabolismo celular exige un constante flujo de sustancias alcalinas, con el fin de poder eliminar y neutralizar los ácidos provenientes del alimento y del metabolismo celular.
En primera instancia y como mecanismo más simple hay que eliminar toxinas y metales pesados, y a su vez la sangre obtenga suficientes bases de los alimentos.
En caso de carencia (tanto por excesos de ácidos circulantes como por deficiencia nutricional de bases), la sangre echa mano a dos mecanismos de emergencia para preservar su equilibrio, uno consiste en derivar ácidos, depositándolos en los tejidos a la espera de un mayor aporte alcalino. Esto genera reuma, problemas circulatorios, afecciones de la piel, etc... El otro mecanismo es recurrir a su reserva alcalina: las bases minerales (calcio, magnesio, potasio) depositadas en los huesos, dientes, uñas, articulaciones y cabellos. De este modo, la sangre se convierte en un “saqueador” de la estructura orgánica, con el único objetivo de restablecer el vital equilibrio acido – básico que permite sostener el correcto funcionamiento orgánico.
Esta lógica funcional es la homeostasis orgánica, que significa “mantener la vida” generando el menor daño posible” para el organismo, una menor densidad ósea no significa peligro para la vida, pero sí un PH acido en la sangre. Así funciona el mecanismo de la descalcificación y la desmineralización. Los huesos ceden calcio en forma de sales alcalinas, se hacen frágiles y hay osteoporosis; las piezas dentales se fisuran con facilidad y surgen caries; las uñas muestran manchas blancas y se tornan quebradizas; las articulaciones degeneran y hay artrosis; el cabello se debilita y se cae; se advierten lesiones en las mucosas, piel seca, anemia, debilidad, problemas digestivos, afecciones de vías respiratorias, infecciones, sensación de frío, etc.
Normalmente no se asocian estos síntomas con la acidez. Un ejemplo es la osteoporosis, clásica enfermedad de acidificación. Sin embrago se le combate inadecuadamente con alimentos (lácteos) que, por su aporte acido, agravan el problema. Otro ejemplo es la anemia, cuadro que consiste en la baja capacidad de los glóbulos rojos para suministrar el oxigeno adecuado a los tejidos del cuerpo. Como vimos, esto es consecuencia de la acidificación sanguínea. El sentido común nos indica que frente a la osteoporosis y la anemia, lo correcto es atacar la causa profunda del problema: alcalinizar el organismo para neutralizar su acidez.
Por lo anterior podemos concluir que para permitir el normal trabajo de la sangre y las células, debemos de ser cuidadosos en la parte que realizamos a nuestro cuerpo a través de los alimentos que ingerimos. Por un lado tratamos de evitar alimentos (y situaciones, según veremos mas adelante) acidificantes, y por otro incrementando la provisión de bases a través de una mayor ingesta de alimentos alcalinizantes. Todo esto complementado por un buen aporte de oxígeno, a través del necesario movimiento, y un correcto funcionamiento de los órganos depurativos encargados de eliminar ácidos.
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