Dado que la química corporal genera infinidad de reacciones y exigencias específicas, intentaremos comprender aquí como funciona el mecanismo base del equilibrio acido – alcalino a nivel celular. Los trillones de células que componen nuestro organismo, necesitan alimentarse, eliminar residuos y renovarse constantemente. A fin de satisfacer esta exigencia vital, la sangre cumple dos funciones vitales para el correcto funcionamiento celular: llevar nutrientes (sobre todo oxígeno) y retirar los residuos tóxicos que genera la transformación (metabolismo) de dichos nutrientes. A nivel celular se produce una especie de combustión interna, que libera calor corporal. Los residuos que se originan en este proceso de combustión, son de naturaleza acida y deben ser evacuados del organismo mediante la sangre, a través de las vías naturales de eliminación (hígado, riñones, pulmones, piel).
Para cumplir eficazmente dicha tarea, y por otra cantidad de razones orgánicas, el plasma sanguíneo debe de mantenerse con un ligero nivel de alcalinidad. El PH de la sangre puede oscilar en un estrecho margen: entre 7.35 y 7.45 (“arriba de siete”). Al transgredir estos límites, la sangre pierde la capacidad de almacenar oxígeno en los glóbulos rojos y también pierde eficiencia en la tarea de eliminación de los residuos celulares. En pocas palabras, la sangre no nutre y no limpia las células, génesis profunda de cualquier enfermedad. Para dar una idea del estrecho margen de maniobra del Ph sanguíneo, digamos que al descender de 7 se produce el coma diabético y la muerte. Cuando se incrementa el nivel de acidez sanguínea, varios mecanismos (tampones) buscan restablecer este vital equilibrio. En todos los casos se requiere eliminar toxinas y metales pesados, con la suficiente presencia de bases (álcalis) que neutralicen los ácidos. O sea que un eficiente metabolismo celular exige un constante flujo de sustancias alcalinas, con el fin de poder eliminar y neutralizar los ácidos provenientes del alimento y del metabolismo celular.
En primera instancia y como mecanismo más simple hay que eliminar toxinas y metales pesados, y a su vez la sangre obtenga suficientes bases de los alimentos.
En caso de carencia (tanto por excesos de ácidos circulantes como por deficiencia nutricional de bases), la sangre echa mano a dos mecanismos de emergencia para preservar su equilibrio, uno consiste en derivar ácidos, depositándolos en los tejidos a la espera de un mayor aporte alcalino. Esto genera reuma, problemas circulatorios, afecciones de la piel, etc... El otro mecanismo es recurrir a su reserva alcalina: las bases minerales (calcio, magnesio, potasio) depositadas en los huesos, dientes, uñas, articulaciones y cabellos. De este modo, la sangre se convierte en un “saqueador” de la estructura orgánica, con el único objetivo de restablecer el vital equilibrio acido – básico que permite sostener el correcto funcionamiento orgánico.
Esta lógica funcional es la homeostasis orgánica, que significa “mantener la vida” generando el menor daño posible” para el organismo, una menor densidad ósea no significa peligro para la vida, pero sí un PH acido en la sangre. Así funciona el mecanismo de la descalcificación y la desmineralización. Los huesos ceden calcio en forma de sales alcalinas, se hacen frágiles y hay osteoporosis; las piezas dentales se fisuran con facilidad y surgen caries; las uñas muestran manchas blancas y se tornan quebradizas; las articulaciones degeneran y hay artrosis; el cabello se debilita y se cae; se advierten lesiones en las mucosas, piel seca, anemia, debilidad, problemas digestivos, afecciones de vías respiratorias, infecciones, sensación de frío, etc.
Normalmente no se asocian estos síntomas con la acidez. Un ejemplo es la osteoporosis, clásica enfermedad de acidificación. Sin embrago se le combate inadecuadamente con alimentos (lácteos) que, por su aporte acido, agravan el problema. Otro ejemplo es la anemia, cuadro que consiste en la baja capacidad de los glóbulos rojos para suministrar el oxigeno adecuado a los tejidos del cuerpo. Como vimos, esto es consecuencia de la acidificación sanguínea. El sentido común nos indica que frente a la osteoporosis y la anemia, lo correcto es atacar la causa profunda del problema: alcalinizar el organismo para neutralizar su acidez.
Por lo anterior podemos concluir que para permitir el normal trabajo de la sangre y las células, debemos de ser cuidadosos en la parte que realizamos a nuestro cuerpo a través de los alimentos que ingerimos. Por un lado tratamos de evitar alimentos (y situaciones, según veremos mas adelante) acidificantes, y por otro incrementando la provisión de bases a través de una mayor ingesta de alimentos alcalinizantes. Todo esto complementado por un buen aporte de oxígeno, a través del necesario movimiento, y un correcto funcionamiento de los órganos depurativos encargados de eliminar ácidos.