Un gran ruido lo despertó de repente y al abrir lentamente los ojos no supo donde estaba, se vio de pronto en una celda de prisión - ¿qué hago aquí? – Pensó, - ¿ahora qué hice? -; realmente no recordaba nada de lo acontecido el día de ayer y solo tenía recuerdos de pequeños instantes de lucidez. Recordaba ese domingo que encontró a Beto en la esquina y este le invitó una chela, y así se la pasaron ese día, tomando sí, pero sin molestar a nadie, además era su dinero y con él podía comprar lo que quisiera, a nadie le pedía, por eso se chingaba todos los días en la chamba, para darse sus gustos y cual era el pedo.
Pero ahora sin saber como, estaba ahí encerrado, crudo, con un chingo de frío, sin dinero y sin saber en donde estaba y porqué. Intentó calcular que hora era pero era imposible, la celda era un cuarto totalmente cerrado, tenía una puerta grande de metal, oxidada y con una pequeña ventana en la parte de arriba, donde alcanzaba a entrar un poco de luz de un foco, que seguramente había en el corredor, estaba la puerta en el lado derecho de la celda y en ambos lados de la celda había unas bancas de concreto como de unos 50 cms. de alto y una de ellas hacía de cama para un hombre que al parecer llevaba más tiempo encerrado que él, al fondo del lado derecho de la celda había un baño sin puerta y al parecer llevaba varios días sin que lo asearan por que el olor que salía de ahí llenaba todo el lugar haciéndolo más insoportable y húmedo.
Se acercó a la puerta y grito – ¡Hey! Cabrones déjenme salir – y comenzó a patear la puerta y el hombre que estaba durmiendo se incorporó de un salto y le reclamó – mira hijo de tu puta madre, sino te callas te voy a partir todo el pinche hocico, pareces puto gritando, como si te hubieran traído por buena gente ojete - , al voltear para ver a este sintió un fuerte puñetazo en la boca del estómago que al instante doblaron sus piernas por el dolor y la falta de aire y se quedó agachado intentando en vano llenar los pulmones.
“¡Sin salud este mundo es un infierno donde el dinero pierde su dulce encanto” ... por tanto has algo para conservar tu salud, y debes comenzar a hacerlo ya!
jueves, 13 de agosto de 2009
lunes, 10 de agosto de 2009
El caracol. Parte 2
Ella decía - nomás llegas y sales corriendo atrás de ellos – y sí parecía borrego, por que sentía que sus obligaciones eran como un corral, un corral que no lo dejaba levantarse más tarde y comerse un plato con frijolitos y chile, no lo dejaba ir al río a bañarse y jugar con sus amigos a la pelota, o salirse a andar con Lalo o con Beto o con los dos juntos y tenía que ir a cuidar los borregos del tío Benito – pinche viejo ojete ni las gracias le daba – y llegaba hasta la una y nada más le daban tortillas duras con chile por que los frijoles ya se los habían comido sus hermanitos. Recordaba cuando iba a la escuela y como de regreso pasaba a ver a su Abuela Chole y ahí sí le daban un taco de frijoles y hasta a veces de barbacoa, cuando era viernes (era día de plaza) y sentía que aunque fuera de mal modo pero sabían ricos y no entendía que esa apuración por dárselos y que se fueran era porque no los querían, que solo era por obligación de buen cristiano de atarantar el hambre (por que eso sí su Abuela era muy devota de la Santísima Trinidad) y aunque fuera con mala cara se los daban y no sabía por que sentía que hubiera sido mejor que le preguntara ¿por qué no pasaste ayer? Te estuve esperando, ¿cómo están tus papás?, ¿ya comieron tus hermanos?, no dejes de venir, te extrañe. No nada de eso, solo entrar, saludar y oler ese guisado y al comerse ese taco de frijolitos imaginarse que era de carne de puerco con verdolagas y sentir como al caer en la panza esta gruñía de contenta (como su abuela) y así era como su panza mostraba su agradecimiento.
Que diferente era cuando tenía que ir con el viejo Joselo allá arriba en el cerro, cuando Don Joselo se iba a visitar a su hermano a Guanajuato y le pedía a su mamá que se lo prestara para cuidar sus animales allá, y como se ponía contento por que estaba solo y nadie le gritaba, ni le pegaban y hacía lo que tenía que hacer sin malos tratos y como se iba hasta allá arriba con los borregos y los bueyes y comía lo que juntaba: nopalitos, quelites, verdolagas, chapulines, hierba del venado. Y se sentía como gigante y todo lo veía desde allá arriba bien chiquito, y corría y saltaba y brincaba y cantaba y gritaba y se sentía como borrego, pero no como lo decía su mamá: un animal que no piensa; no, más bien se sentía como el borrego que solo él veía: limpio de corazón, libre, contento, feliz y sentía como el aire acariciaba su cara y despeinaba su pelo y veía como el sol de pronto se escondía en las nubes negras y como la lluvia caía y lo mojaba, pero le mojaba algo más que su ropa o su cuerpo, sentía como por dentro le llegaba algo tan refrescante algo que calmaba su sed, esa sed de sentirse libre y más corría y más gritaba contento sin importarle nada y como tomaba agua del charco de la cañada y como ahí mismo se bañaba y se sentía así, libre, como esos compañeros suyos cuando se abren las puertas del corral y se imaginaba que todo era suyo que podía ,si lo quería, volar, dando un gran brinco y cerraba los ojos y sentía que ese aire lloviznoso pasaba por debajo de sus alas extendidas sobre los cerros y podía verse a él mismo ahí abajo, brincando y llorando de contento y sintiéndose libre y sabía que no quería volver al corral, que su lugar estaba ahí, en lo alto, en la cima más alta y se comparaba con las nubes y oía a los grillos como tocaban su música y sentía el frío de la noche y le gustaba y veía como salía el sol muy temprano y se terminaba de despertar con una sonrisa…
Que diferente era cuando tenía que ir con el viejo Joselo allá arriba en el cerro, cuando Don Joselo se iba a visitar a su hermano a Guanajuato y le pedía a su mamá que se lo prestara para cuidar sus animales allá, y como se ponía contento por que estaba solo y nadie le gritaba, ni le pegaban y hacía lo que tenía que hacer sin malos tratos y como se iba hasta allá arriba con los borregos y los bueyes y comía lo que juntaba: nopalitos, quelites, verdolagas, chapulines, hierba del venado. Y se sentía como gigante y todo lo veía desde allá arriba bien chiquito, y corría y saltaba y brincaba y cantaba y gritaba y se sentía como borrego, pero no como lo decía su mamá: un animal que no piensa; no, más bien se sentía como el borrego que solo él veía: limpio de corazón, libre, contento, feliz y sentía como el aire acariciaba su cara y despeinaba su pelo y veía como el sol de pronto se escondía en las nubes negras y como la lluvia caía y lo mojaba, pero le mojaba algo más que su ropa o su cuerpo, sentía como por dentro le llegaba algo tan refrescante algo que calmaba su sed, esa sed de sentirse libre y más corría y más gritaba contento sin importarle nada y como tomaba agua del charco de la cañada y como ahí mismo se bañaba y se sentía así, libre, como esos compañeros suyos cuando se abren las puertas del corral y se imaginaba que todo era suyo que podía ,si lo quería, volar, dando un gran brinco y cerraba los ojos y sentía que ese aire lloviznoso pasaba por debajo de sus alas extendidas sobre los cerros y podía verse a él mismo ahí abajo, brincando y llorando de contento y sintiéndose libre y sabía que no quería volver al corral, que su lugar estaba ahí, en lo alto, en la cima más alta y se comparaba con las nubes y oía a los grillos como tocaban su música y sentía el frío de la noche y le gustaba y veía como salía el sol muy temprano y se terminaba de despertar con una sonrisa…
El caracol.
El caracol.
Esa mañana Raúl se levanto antes del amanecer, sin embargo sus ojos se resistían a estar completamente abiertos, estiró los pequeños brazos, y salio con rumbo al monte, pasando primero por el rebaño de borregos, a casa de su tío Benito. Empujo el zaguán, que chillo pesadamente, como si también hubiera sido despertado de su sueño, y se dirigió al corral. Comenzó a azuzarlos para que salieran en un desorden de brincos y balidos, así era como ellos saludaban al nuevo día.
Una densa neblina cubría el ambiente, la temperatura era agradable sin tanto frío como en diciembre. De entre la pastura podía verse un vaho saliendo del interior, era como si ella también respirara y ese olor... podía sentirse de tal forma que resultaba realmente agradable el aspirar y sentirlo tan dulcezon, una mezcla producida por la transformación de hierba ayer tan verde y llena de vida a esa concentración de almas luchando por liberarse de ese cuerpo tan efímero y terrenal.Tomaron el camino que daba hacía el río. Al caminar poco a poco iba dejando ese sueño en el suelo y su mente iba logrando la lucidez necesaria para gritar a su rebaño, cuando alguno de ellos corriendo como desesperado intentaba fugarse, y salir corriendo detrás de el y adelantarse para atajar el camino nuevo y así no lo siguieran los demás. Ahora comprendía las palabras de su mamá, cuando lo regañaba por que seguía a sus amigos (esos vagos).
Esa mañana Raúl se levanto antes del amanecer, sin embargo sus ojos se resistían a estar completamente abiertos, estiró los pequeños brazos, y salio con rumbo al monte, pasando primero por el rebaño de borregos, a casa de su tío Benito. Empujo el zaguán, que chillo pesadamente, como si también hubiera sido despertado de su sueño, y se dirigió al corral. Comenzó a azuzarlos para que salieran en un desorden de brincos y balidos, así era como ellos saludaban al nuevo día.
Una densa neblina cubría el ambiente, la temperatura era agradable sin tanto frío como en diciembre. De entre la pastura podía verse un vaho saliendo del interior, era como si ella también respirara y ese olor... podía sentirse de tal forma que resultaba realmente agradable el aspirar y sentirlo tan dulcezon, una mezcla producida por la transformación de hierba ayer tan verde y llena de vida a esa concentración de almas luchando por liberarse de ese cuerpo tan efímero y terrenal.Tomaron el camino que daba hacía el río. Al caminar poco a poco iba dejando ese sueño en el suelo y su mente iba logrando la lucidez necesaria para gritar a su rebaño, cuando alguno de ellos corriendo como desesperado intentaba fugarse, y salir corriendo detrás de el y adelantarse para atajar el camino nuevo y así no lo siguieran los demás. Ahora comprendía las palabras de su mamá, cuando lo regañaba por que seguía a sus amigos (esos vagos).
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